Cánten, amiguitos,
con sus voces claras,
en este bosque dulce
con sus rotas ramas.
Que sus gorjeos inúnden,
la paz de mis mañanas.
Que sus plumas, acarícien,
los restos de mi alma.
Si mis ruegos se silencian,
o mis sueños, fállan,
solamente ustedes,
sabrán lo que me pasa.
Hay un Cielo Infinito
en las nubes mas altas,
dónde el santo Francisco,
siempre nos aguarda.
La verdadera Luz,
la verdadera Calma,
la verdadera Hora,
allí, se hermánan.
Cánten, pajaritos,
desde cada ventana.
Que Dios, escucha atento,
sus melodías sántas.