Yo que pensaba que la poesía era dulce,
suave y refinada, apacible madrugada,
almohada de ensueños, manantial de luces…
hoy solo son desvelos y una cara maltratada.
Y es que la poesía es profundizar
en abismos de tristeza o de alegría,
en abismos de vida o de muerte;
que bien cuando es alegría y vida,
lástima que por esos senderos no te mueves (dice mi mente).
Por eso emito ¡muérete poeta, muérete!
Muérete tú o te matara ella,
deja tu conciencia incolora, inerte,
elimina de tu corazón sus huellas.
Elimínala de tu vida junto a las palabras,
acaba de una vez con la agonía,
muere poesía, tropieza en el olvido,
quizás así yo permanezca vivo.
De que me sirve escarbar en los abismos,
no, nunca encontrare allí sus rizos,
allí no hay sonrisas ni labios mestizos,
es solo veneno que mengua mis latidos.
Que acaso no se entiende,
como en estos senderos se nubla mi suerte,
que cada palabra es una cortante navaja
que desgarra al salir mi corazón y garganta.
Me extingo en suspiros sordos,
con frases y letras salvajes,
con rosas embusteras y voraces,
con lágrimas de cristales rotos.
Anidabas en mi poesía y te asesine,
logre mi cometido, ofuscarte,
por unos cuantos días olvide
que en mi lengua habitabas lacerante.
Todo iba bien, normal,
las flores no fueron mas que flores,
la luna simple candil oscura,
la lluvia agua ruidosa,
el cielo recobraba sus simples colores,
la mariposa volaba oculta,
las ninfas desaparecieron junto su ambrosia;
todo volvió a ser normal.
Un día un mensaje fue abierto
decía: sigue escribiendo
tan bonito como lo haces;
y nuevamente me abrazo el hades.
Por eso a petición suya
seguiré profundizando, atento,
mirare cada noche la sempiterna luna,
a tu favor niña yo seguiré muriendo.