La indiferencia, mata al hombre.
Tal vez así sea. Me baso en la realidad.
En mi forma de pensar y sentir. Y en mi susceptibilidad.
Todos lo somos un poco, susceptibles.
Me anoto, lo soy.
Pero al transcurrir de los días,
voy comprendiendo que es tal
mi necesidad de paz,
que de a poco la susceptibilidad
la voy separando de mi alma.
La indiferencia... la acepto.
Por algún motivo debe existir.
Siempre hay un motivo para ignorar.
¿a quién van dirigidas mis palabras?
a quien en su interior piense
que es para él/ella.
Para el que fuere,
¿sabes? acepto tu indiferencia,
pero ten en cuenta lo que voy a decirte.
Te sigo queriendo. No puedo dejar de sentirlo así.
Si fuimos lo que fuimos, amigos, sin distinción
de sexo, seas él o ella.
Quien fueres, sigues permaneciendo en mi corazón.
Si he cometido algún error, discúlpame.
Errar es humano, perdonar es divino.
Si hemos tenido una hermosa amistad
epistolar, y ya no existe, es porque
tú has decidido no sea así.
Nada creo te he hecho.
Tal vez me equivoque.
Pero soy consciente de que te he respetado.
Y te he amado como amigo/amiga.
Necesito del amor de la gente,
y trato de otorgarlo.
Queriendo apaciguar mi alma,
aceptando todo, hasta la indiferencia.
La cual no me mata, simplemente la acepto.
Pero te sigo queriendo, como desde
el primer día, a pesar de tu ausencia,
de tu silencio, de tu indiferencia.
No tengas cargos por ella.
Solo ten en cuenta que te sigo queriendo,
y que las puertas de mi alma y mi corazón,
están a disposición de volver a estar juntos
aquí, en estas páginas, en este portal,
el cual tú amas y también yo.
Siempre he tratado de querer,
aún al que me hace sufrir,
rabiar, tensionarme, embroncarme.
Una vida tengo, una vida tenemos,
y en ella debemos transmitir
el amor hacia los demás...
porque una vez que aquí no estemos,
no estaremos. Aprovechemos ahora,
que tenemos vida, para disculpar,
para estar unidos, para compartir,
para alegrarnos en estar comunicados.
Es mi necesidad de amistad-
Mi necesidad de estar acompañado.
Mi necesidad de amar y ser amado,
porque cuando me llegue el final,
qué quedará de mí en tí.
Aprovechemos en vida,
lo que no podremos tener
después que ella finalice.
Es tal mi necesidad de expresarme,
de entregar mi alma toda
en la tuya, para que me acompañes,
para que me aceptes,
con mis errores y mis virtudes,
como yo acepto los tuyos.
Paz, paz, paz...
Tu indiferencia no me mata,
la acepto, pero qué
maravilloso sería
volver a estar aquí, juntos,
disfrutando de tus letras,
y tal vez tú también de las mías,
como antes... de tu ausencia
e indiferencia.
Unámonos nuevamente,
y Él, el Señor del Cielo,
también ha de sentirse feliz.
Mis palabras, mi sentir,
me las transmite Jesús
a mi alma. Él me enseña
a amar a mis semejantes.
Amo, amo, amo...
También existe el amor
de la fraternidad.
Lo entrego a todo aquel/aquella
que me lo acepte.
Felicidades mundo...
Todos los derechos reservados del autor (Hugo Emilio Ocanto - 16/03/2013)