Sosiega la mente,
despierta el alma,
que siempre lo está,
únela con el tabachín,
que frente a ti, te observa.
No tiene tus ojos,
ni tus sentidos,
sin embargo, está contigo.
Escúchalo, el ruido del silencio,
el viento invisible,
no se mira ni se toca
y mueve las hojas del árbol.
¡Te amo tabachín!
Eres mi hermano, y yo de ti,
somos parte de la misma fuente.
Me regalas tu compañía
cuando me siento solo,
tu sombra,
cuando el calor me abruma,
tu frescura y tu belleza.
Tu cuerpo es bello,
lleno de brazos,
las hojas, son los besos
cuando te toco,
también eres vivienda
de otros diminutos hermanos,
que los miro apresurados
corriendo por tu cuerpo.
Me cruza un pensamiento
por la mente,
tu seguirás de vigilante solitario,
cuidando la entrada de la casa,
yo formaré, antes que tu,
parte de la arena
que tu raíz se alimentará
con mis cenizas,
porque me atrae la cremación.
¿Y si antes te cortan,
y vengo a la casa
y no te encuentro?
Se abre la puerta,
y sorprendida la hija dice
-¡Papá, me asustaste!-
Y es que no me esperaba
sentado frente a la puerta.
Después de un viaje
a la escuela de los nietos,
comenta mi hija,
-El tabachín, ha invadido la cisterna,
habrá que quitarlo pronto-
Me entristece ver amenazado
a mi hermanito.
Propuse que escarben
y corten la raíz que se ha extendido,
-Resulta caro y complicado-
me contesta.
Lo que tiene que pasar, pasa,
y de hecho, en nuestro mundo,
todo pasa, nada permanece.
Mientras, quedé de regresar a casa
para platicar con la hija
y los nietos, gemelos de casi tres años,
y sentarme para conversar contigo.
EL POETA DEL AMOR. 21-03-12.
CABO SAN LUCAS, BCS. MÉXICO.