Así he de recordarte: desnuda tras la puerta
como un manto de cielo que a mis ojos sonreía
con el dulce esplendor de un alba no sombría
ardiente en tus dotes de mujer inquieta.
Así he de recordarte: cogida de mi mano
con la inocencia pura que en abrazo albergaba
el cariño tenaz que por no morir hallaba
más allá de la muerte nuestro amor mundano.
Así he de recordarte aquel instante conciso,
que eras la noche para una sola estrella
y yo el sueño de la noche aquella
con tus senos coronados de un terroso paraíso.
Y aunque ya no te albergue tan cerca de mí,
en noches tan frías en que te desnudabas
tan poco importó que en mármol liso tornaras
lo que la fina ropa ocultaba tras de sí,
que aunque no tiembles de frío como así temblabas,
yo, aún solo en mis noches, me embriagaré de ti.