Me parece que vienen,
de lejanas montañas.
Como brutales torrentes,
arrastrando las piedras
y puliendo mi alma.
Pero terminan extinguidas,
como hilos de plata.
Frescas, alegres,
sumamente puras
y por supuesto, escasas.
Es cierto que la sed,
totalmente apagan.
Si no llegan nunca al mar,
es porque se dejan enamorar
por la tierra sembrada.