Del libro La otra mitad de mi diferencia
Carlos Díaz Chavarría
Hoy,
tan sólo quiero acercarme
a tu desafío interior de heroína;
hallar en vos la savia primigenia
de tu omnipotencia,
de aromas que hablan de luchas,
de voluntades de libertades diarias,
entre fértiles silencios
que han atesorado
la huella de tu tiempo;
porque sé que en tu plenitud atormentada,
en cada sed de tus tardes
y vuelos en nacimiento,
podría irrumpir
en mi propia faena más humano;
porque ante tus geografías de lumbres
somos tan pocos,
que no queda en nuestras profundidades
ni un jirón que no desborde
de tu existencia;
porque sos sangre de incertidumbres y quimeras,
sembradora de penitencias, fantasías y sacrificios,
que pare su polen en un profundo
imperio ritualizado.
Vos, que sabés de claustros,
de ese verdugo que yace en prejuicios
cuando la infamia somete tu albedrío,
de tantas lenguas indolentes
que ferozmente han palpado tus raíces.
Vos, que brotás de estigmas,
de sudores y vigilias,
de ese ángel y monstruo
que preludia tu muerte en vida;
fuerte,
irrenunciable,
humana,
mujer,
reclamás rebeliones para tu carne...
¿No hay ninguna falta en haber nacido mujer?
Por eso, hoy quiero pluralizarme en vos,
de tu pasado y de tus incógnitas,
a pesar de la historia,
agigantados de valía,
sobrevivientes de tanta indiferencia,
de tantas cadenas y tantos egoísmos,
tan sólo para alimentar mi piel
con un gesto de cada voz femenina,
de cada naturaleza-niña,
de cada melodía- anciana,
de cada tierra-madre,
de cada luna y cada sol que corren,
sublevadamente,
entre tus orígenes, mujer...
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