nelida anderson parini

SOLILOQUIO DE UNA FULANA.

Yo que me saqué el vestido

sin saber que mas hacer.

Hoy me siento enloquecer

sola en mi mundo perdido.

 

Triste destino es el mío

llevando esta vida cruel

que me exhibe en anaquel

con juicio feroz e impío.

 

Sabe el hombre de placeres

surgidos del bien y el mal,

teniéndose por normal

servirse de las mujeres.

 

Viviendo en doble moral

sacia deseos e instintos,

mientras valores sucintos

guarda en su propio morral.

 

-Ay de mí que en un instante

te llevé hasta el mismo cielo

y hoy me miras con recelo

dándome  trato cortante.

 

Es este destino ingrato

camino de desazones,

amargo en desilusiones

cual látigo del maltrato.

 

No justifico en razones

los juicios de olor malsano

si todo decir es vano

en cerrados corazones.

 

Y yo sin quererlo hacer

sin más dote que mi cuerpo,

soy de mujer anticuerpo

de ignominioso placer.

 

A cualquier hombre soy fiel

para saciar apetitos,

sosteniéndome a palitos

mis ascos sobre la piel.

 

-Ay de mi mujer rasgada

maquillada de alegría,

sirvienta soy de una hombría

de probidad desvirtuada.

 

Soy mujer condecorada

con estigma de impureza

estandarte de rareza

en prejuicios inmolada.

 

Soy palabra impronunciable

que late en boca juiciosa,

murmullo en  voz veleidosa

que de obsceno es miserable.

 

Llamarme libidinosa

zorra, puta o de la calle

es epíteto en detalle

de apuesta pecaminosa.

 

Cuando mujer me censura

diciéndome callejera

incauta moral libera

con acento de amargura.

 

Soy mujer de las mil caras

vagando entre dos extremos:

el de pecados supremos

de caridades avaras.

 

Y aquel de los olvidados

para la ética invisible,

donde en desprecio plausible

del  honor son despojados.

 

-Quién es mas digno pregunto

sin esperar ya respuesta,

el que conmigo se acuesta

en nido de amor trasunto.

 

Quien con su dinero a cuestas

todos apetitos sacia.

O yo, que en esta desgracia

de sus deseos doy cuentas.

 

Diga de mi lo que quiera

perfúmeme  de desprecio,

que su crueldad es el precio

que a su consciencia incinera.

 

Yo  me levanté el vestido

pero no me saqué el alma

me carga Dios en su palma

con amor fortalecido.

 

Me mira usted sorprendido

poniendo su cara seria,

si para paliar miseria

ha sido que me he vendido.

 

-No quiera ahora negarme

el derecho que me asiste,

mientras mi cuerpo desviste

insistiendo en condenarme.