¡Maldita sea la oscura noche de ayer,
que hizo a nuestras avideces fenecer!
¡Desgraciados sean los míseros celos
que arroparon con empedrados velos
todo el amor que agenciamos florecer!
Hoy desperté con las fuerzas deshechas
y el tormento sobrellevado a cuestas,
de tan solo pensar que me has dejado
y de mi ser tan leal te has olvidado.
¿Que voy a hacer si conmigo ya no estás?
Veo tu imagen plasmada en un retrato
e imagino el ayer que fue tan grato,
en el que mil éxtasis conquistamos
y multitud de ardores sofocamos
a través del gozo y el arrebato.
Lagrimas de sangre inundan mis ojos,
esos mismos que admiraste a tu antojo
y en los que tu desnudez reflejaste.
Hoy se encuentran tenues y agonizantes,
que hacen que mi sol se tiña de rojo.
Cuando el ser de tu más grande manía
ya no será parte de tu armonía
y razón de tus afanosos sueños,
las espinas se clavan en tu empeño
y una espada traspasa tu valía.
Ahora vivo en carne propia el dolor
que produce el legitimo y fiel amor.
Por fin sé, que si no hay llanto esparcido
por el amor relegado que sea ido,
el corazón es mentiroso y traidor.
Adán A.
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