Llegue a conocerla tanto,
que podia dibujar sus huellas dactilares,
encontrar su cabello tirado en el suelo de una peluqueria,
saber en que disco de la tienda puso sus manos.
Podria agitar tres veces el vino,
alzar las cejas y
morderme el labio,
llevar la cuenta de sus lunares.
Y al final
creo que de conocerla tanto
nos volvimos dos extraños de nuevo,
pero con recuerdos.