Yo venía sobre viejas huellas,
al filo de temores y sombras,
sosteniendo un agrio llanto
arrastro mis cadenas
en bandada de gorriones ciegos,
mis palmas cansadas de intemperie,
de espera, de ruegos inútiles .
No ha sido fácil, lo sabes bien amor,
tu conoces allí donde agonizan los cerezos
donde las parvas suspendieron sus quehaceres.
Se durmió el ensueño y el río
solo entona una canción triste,
la conoces amor, la aprendiste desde niño.
También venías solo,
como una casa a oscuras
abrazado a tus eternos silencios.
Por algunos momentos matamos el miedo,
salimos fuera del mundo,
libres, onírico vuelo de poetas,
surcamos todos los mares
sobre un desbocado tranvía.
Y ahora vengo con los labios rotos
sin carmín y sin pudores,
mellados por la insolencia de tu boca,
por tu aliento que viaja,
bajo la piel a lo profundo,
por tu mano que traza
un deseo en lo más alto,
¡recuperamos los latidos al unísono!
Tenías tanta razón cuando decías
que el amor no cabe en un poema,
que no tiene sinónimo
ni fábula que lo contenga.
Y aunque vendrán otros momentos,
para vivir la vida en un instante.
Siempre seremos ese cielo
que nunca alcanzarán,
nuestras manos.
Alejandrina.