Cuan desdichados éramos.
Condenados
a depender de una caricia
para sentirnos acariciados;
no conformarnos
con una suave
y pequeña ventisca, de esas que, vos sabes, ocurren en verano,
y que son suaves como sabe un beso.
Cuan desdichados.
Cuan desdichados éramos.
Condenados a que nuestra sonrisa
fuera ver otra sonrisa;
no conformarnos
con nuestra felicidad.
Tenía que ser nuestra y vuestra;
es decir,
que tu felicidad
era la mía;
que mi felicidad
era la tuya,
Y que era una sola felicidad,
Y que era una sola tristeza,
Y que
dolía menos
porque era compartida,
dolía menos, dolía menos al menos…
Cuan desdichados vos y yo.
Sintiéndonos solos
siempre que no estábamos juntos;
queriendo estar con el otro,
y
aún estando,
queriendo más, queriendo que no acabara jamás.
Cuan desdichados.
Y cuanta tristeza arraigada a este asunto;
y no, lo triste no es
haber sido tan desdichados.
Lo triste,
y de verdad que lo es,
es que uno, a veces,
también extraña ser desdichado.
-LfLezama