Raparju

La Ășltima carta del Gitano.

Los caminos han probado mi alma… y algunos labios mis ansias.

La noche sin sol y el día sin luna, así está el faraón… ¡Qué lloren los moros, que llore el sultán! De un solo aplauso, en un tablao de Badajoz, se han llevado mi amor,  ¡Qué rían, que rían los cristianos! Hoy sin destino camino, guiado por mi sombra, la única mujer de mis años Solo ella conoce mis rincones, solo el sol la envidia… Me he cruzado por los caminos a los pueblos del infortunio, y grito, y lloro, y rio… porque los moros a mi me han de señalar.  

Qué Undibe te perdone, y las musas del agua laven tu rostro… Quién ha sido, niño, el látigo de tu corazón. Sagrada sean las espinas que bordean mi cuello, y bendito sea el vientre de la gitana que ha sufrido.

 No quiero campanas, no quiero agua, mucho menos que los patriarcas toquen el alba  solo quiero que Sevilla y sus caminos beban de esta obscura zambra, del negro azabache que alumbra mis ojos.    

Más lágrimas no… no, no quiero que mi tierra beba  más almas, quiero que mis caminos reciban un cuerpo maldito.

  Las flamencas que vistan de lunares, rojos… el negro me lo llevo yo, el negro azabache que siempre acompañó mi corazón  y mi silencio, señores, será mi tumba, mi tumba será mi reino y la vida será de ustedes… ¡Oh, María de La O! ¡Ay, mi María de Las Mercedes! Quién las ha parido que a mí me han heredado su dolor.  

  Que el puño que hoy esta tierra golpea sea recordado, no como un puño, sino como las herramientas del mensajero… como las sortijas del sufrimiento… Maldigo a las maldiciones, ¡qué gitana, mis señores, qué gitana me ha venido a tocar… que mi alma un embrujo negro se la vino a llevar!

  Pero, recuerden, mis señores, mis gitanos, mis moros, que hoy el Guadalquivir sangra, pero el infierno arde… arde de alegría, por aquél gitano que tiene una cuenta vacía.  

Mi bandera, mi bandera verde y azul… la de la rueda, la del sultán, ha sido descuartizada con una daga acompañada de llamas.   Me bebí y seguiré bebiendo mis aguas saladas, las aguas que maldijo la gitana, y los azahares del destino dirán quién ha decidido morir… adiós, que al lugar que voy, mis señores, no se encuentra a la vera del señor.