Hastiada, me duermo.
Sólo unas horas.
Despierto agitada.
Ritual noctámbulo.
Música. Libros y cuadernos.
Comienza mi deleite.
Leo. Escribo. Me elevo…
De repente percibo que la noche va a rendirse.
Desalentada, le ruego que serene su latido.
Sé qué jornada me espera.
Una más.
Y le pido al alba que, por hoy, salve mi alma.