Peregrina

CALMA


Calma hay cuando percibes el perfume de una flor

Calma hay cuando escuchas el trino del ruiseñor

Calma hay cuando de noche admiras de la luna su esplendor

Calma hay cuando el reo se arrepiente de corazón.

 

Calma hay cuando de madrugada extasiado ves el amanecer

Calma hay cuando tiernamente se amamanta a un bebé

Calma hay en el vuelo del ave cuando vuelve a su rincón

Calma hay en el agraviado que finalmente justicia ve.

 

Calma hay cuando en los bosques se filtran los rayos del sol

Permitiendo que crezca la hierba y la fauna del Señor

Calma hay cuando el viento se apacigua y calla al anochecer

Y calma hay en aquel que misericordia es capaz de ofrecer.

 

Calma hay cuando todos han vuelto al hogar

Calma hay cuando en el ocaso contemplas las olas del mar

Calma hay en el poeta que con sencillez se da

Y comparte en modestas líneas lo que para él es su verdad.

 

Calma hay en el monte cuando el coyote vuelve a dormitar

Calma hay en el arroyo cundo nace y empieza a palpitar

Calma hay en quien extiende una mano para ayudar

Calma hay en el que siente que servir es su felicidad.

 

Calma hay en quien solo observa a su alrededor

El bullicio citadino de los que olvidaron quienes son

Calma hay en el penitente que ha encontrado su perdón

Y calma hay en el extraviado que pudo recobrar la razón.

 

Calma hay en el anciano, recorrido su camino

Cuando buena descendencia le permite reposo tranquilo

Calma hay en el amigo que aspiró la brisa del amor divino

Cuando pocas son las almas en llegar a tan felíz destino.

 

Calma hay en aquel que reflexiona que la vida se valora

Calma hay en el que al fin vive en el “aquí y ahora”

Calma hay en aquel que de todo se enamora

Y calma hay en quien descifra la razón de su persona.