Tardes grises, tardes grises,
el corazón tarda en acostumbrarse
al llanto agónico de la lluvia:
Son cubos entrecruzados y grises
sobre la tela del éter plomizo.
Un color de frío y de guerra,
de trinchera sin sangre.
Por mi mente pasan pingüinos
de pecho blanco y luto.
¡Por mi mente pasa mi infancia,
me llora al oído y siento
su nariz y orejas frías!