Cuan desdichados éramos en el amor.
Siempre colmados
de heridas:
heridas compartidas;
heridas por partidas;
y heridas no queridas,
pero amadas.
Cuan desdichados éramos.
Amando al enemigo,
y queriendo vencerlo
sin querer terminar la guerra,
amándolo
con nuestras armas,
con nuestras almas... y
con nuestras guerras.
Cuan desdichados éramos.
Presos
siendo libres;
a pesar, muy a pesar, tuyo y mío
no poder
alejarnos de nosotros;
a pesar de todo,
a pesar
de las distancias dilatadas.
Cuan desdichados éramos.
Las noches largas y diluidas,
que se extienden hasta la mañana.
Sin pena,
sin gloria,
sin memoria,
y sin sentir la llovizna
que nos clama.
Cuan desdichados éramos.
Muriendo en los labios que nos daban vida,
labios de agua;
con la única respuesta
siendo la pregunta;
y convirtiéndonos en nuestras sombras,
en la sombra de nuestro sol,
del que nos da el calor
con su encendida e incendiada mirada.
Y lo más triste
créanlo,
no era ser
tan desdichado.
Lo más triste,
créanlo,
es
que a veces
uno
lo extraña…
-Lflezama