Palabra indicada al momento justo,
todo lo que ocurre, está dentro de mi,
tal como se interpreta, así se vive,
la locura que no alcanzo a comprender.
Está frente a mi, un árbol de guayaba,
de su base, muy enterrada en la tierra,
dos troncos en su caminar al cielo,
me recuerdan a las piernas de mujer.
Sitio donde se deposita el núcleo,
de vida, que se viste con el cuerpo,
lugar del placer y del dolor del ser,
ramas, flores y frutos se destacan,
la mujer, con sus bellos atributos.
¿Con que todo está en la mente, no entiendo?
¡Qué sucede, si de pronto te apareces!
Frente a ti, la misma especie vegetal.
¿La miras y percibes como yo mismo?
Así, me inunda una luz de comprensión,
darme cuenta, cada uno, a su manera,
tantas miradas, como ojos prestados.
Hablar de corazón, para escucharme,
conmigo mismo, o también el alma,
que cotidianamente, así se busca,
cuando lo que llamas parte, se reúne.
Conocerás el huerto de guayabas,
el Maestro, me enseña la pomarosa,
al abrirla, su pulpa tan rosada,
y vista y sabor, no había probado.
Si cosechas fruto de esta Myrtacea, más,
no te puedo explicar, a qué sabe,
tienes que vivirlo y experimentarlo.
Si eres enfermo del cuerpo o del alma,
no gozarás sus delicias y sabor,
también el fruto, engaña su apariencia,
enfermo del alma, no tendrá sabor,
por herencia, aprendes a ser fruticultor.
Como plantas, con el poder de la intención
creativa que nos hace tan completos,
en la dualidad de nuestra existencia,
ambos somos, parte, uno del otro.
El conflicto de que eres mujer-árbol,
y yo como un extraño visitante,
permanece en nuestra naturaleza,
cuando cada mañana te despiertas,
y tu fruto, el paladar lo saborea,
es un instante de asomo al otro lado.
EL POETA DEL AMOR. 02-02-13.
CABO SANLUCAS, BCS. MÉXICO.