UNA ISLA, DOS PAÍSES
Tierra negra y de mulatos
bañada por un río incierto
donde aparecen los muertos
sin ser sentido por el concierto.
Hombres que llegaron un día
y acabaron con una linda raza,
creando una gran melancolía
con el sabor amargo de la calabaza.
Con el sonido de los tambores
y el grito de un hombre indefenso,
las cadenas gritaban los colores
de un dolor ardiente e inmenso.
El hierro de una amarga frontera
los convierte en dos mundos,
la incomodidad y las goteras
y la barbaridad de un vagabundo.
Hambre se siente de un lado,
comida y postre en el otro,
hace falta un café colado
o generosidad en nosotros.
Se habla de verdad o realidad,
de mentira a cada momento,
pero no llega la felicidad
ni los bellos y puros sentimientos.
En cada palabra bonita
siempre hay un malvado engaño,
se destruye una negra carita
y se le prohíbe ir al baño.
Debemos tenderles las manos
a los indefensos haitianos
porque de isla somos hermanos,
los haitianos y los dominicanos.
Rafael Rodríguez
12/10/2011
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