Iré a consolarme con espasmo de primavera
a juntarme
con caracoles embriagados con tu rostro de pánico
olvidaré que mi sangre envenenan los relojes
y me dormiré mordiendo tu pecho de arcilla
hasta alcanzar la derretida madrugada
y me hallarás desnudo sobre una tumba olvidada
mientras unos cuervos rojos vigilarán mi cuerpo
hasta que yo haya recobrado la lucidez
y la luz nuevamente vendrá contigo
a perturbarme el alma en exilio
y ahí desnuda parada en el umbral me esperarás
hasta que los gusanos se aparten de mi carne
hasta que las hienas dejen de lamer mis heridas
y me moveré poco a poco en la oscuridad
como un feto olvidado por el tiempo
que ansía volver al vientre que abandono
que ciegamente busca una salida
que se hiere con luz del día
y que se intimida con la ternura de tu mirada
al darse cuenta que eres el único ser
a quien verdaderamente le importo.