Una noche me arrimé
a un grupito de versos
que bebían
frente a una fachada roja
alumbrada por un farito
y la luz que desprendían
los besos que se daban
un par de versos amantes
en la pared recargados.
Llegué cargando por delante
mi humildad, mi sencillez
y una caja de coronitas.
-Buena noche, compañeros,
espero no discriminen
a este tipejo que vive en prosa
y habla en verso
que se les une,
y no con las manos vacías.-
Y uno de ellos dijo
sin pensar tanto:
-Honorable caballero,
déjese de formalidades
y compartamos botellas y esta bella noche
en donde cabemos todos nosotros,
caben la divina luna y sus estrellas,
y hasta caben abrazados Dios y el Diablo.-
Chocaron las botellas
y las sonrisas dominaron los semblantes,
y de amor hablamos,
como se acostumbra en estos casos,
y hasta a veces los amantes nos hicieron caso.
-Bendito aquel que de verdad ha amado
y ha entregado su vida en un abrazo
y moriría feliz en ese instante
en que todo, menos el amor, se ha apagado.-
-El amor es un tesoro
de esos raros que uno busca
sin saber que es él
el que te encuentra
cuando menos lo andas buscando.-
-Compañero del alma,
y pensar que hay quien
te da la espalda en lugar del pecho
por temor a tus pesares
y se priva del licor dulce
con que embriagas el alma
y prefieren la oscuridad en su lecho
en vez de la luz con que alumbras
el roce de los cuerpos.-
Aproveché un momento de silencio,
y levanté mi botella
para proponer un brindis.
-Brindo por los amores del ayer
que tanto enseñan, y tanto hieren
con lo que enseñan, y mientras más hieren
más enseñan, hasta que ya no hieren
y sólo enseñan.-
Y todos me acompañaron en el brindis
con alboroto generalizado...
Y fue justo ese el momento
en que caí borracho,
no supe nada de mí
hasta la mañana siguiente
en que desperté en mi cama
con una cruda tremenda
y vómito en los zapatos.
Esos versos confianzudos
entraron hasta la cocina de mi casa
y por todos lados husmearon
como si pudieran encontrar algo
más de lo que encuentran
cuando husmean en mis adentros...
JCEM