Si hallaba una moneda
tirada en la calle,
si no sabía de quien era
había que esperarle.
Quedarse en acecho
sentado en la acera
esperando al dueño
de aquella moneda.
Y si después de la espera
nadie venía
entonces la moneda,
ya era mía.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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