Hector Adolfo Campa

la muerte en tus labios.

Dame una razón para no enloquecer,

Te lo suplico mi amor,

Detenme por favor,

La noche es tan turbia, creo perecer.

 

Desde que tu piel de ángel se quedó en el recuerdo,

Desde que quedaste frágil en ese sendero,

Con tu hermoso color de sangre y miedo,

Desde entonces sufro, sufro y muero.

 

La vida no sabe igual,

Se siente tan corrompida,

Como si faltara tu risa,

Tu caminar angelical.

 

Extraño tus demonios,

Tus cambios y manías,

Todo lo que teníamos,

Poco, pero en ti lo tenías.

 

No sé cómo paso que un universo se cruzó entre nosotros.

Aun no descubro como nos perdimos el uno al otro

Pero sé que la nostalgia tiene tu nombre,

Y las olas del mar en las noches crean tu rostro.

Mira, ahí en el horizonte, estás tú con el sol que se esconde.

Me pierdo mi delicioso sueño, me pierdo en cuentos.

 

Ya no te descubro en mis sonrisas de anhelos,

Solo te veo en recuerdos,

En vagos rincones recubiertos de hielo.

 

Te amo, no lo niego;

Aun te deseo, y lo seguiré haciendo hasta el fin de los tiempos.

Aunque mi alma se entume, y entra en coma sus sentimientos,

Aun te doy mi amor ciego.

 

No sé cómo lo lograre,

Pero sé que una parte de mi ha muerto,

Y no revivirá, hasta abrazarte de nuevo.

No encuentro tu olvido, ¿moriré?

 

¡No lo sé! ¡No sé nada ya!

Que quiere el destino de mí,

No te quita de mi vida pero tampoco te regresa a mis manos,

No sé porque no puedo estar un segundo, un instante en tus labios.

Puede que este escrito de ante mano, mi soledad,

Tu vida y la mía por siempre alejados,

Aunque juntos, pero siempre con una barrera de hermanos.

No sé lo que pasa,

En algún sendero obscuro me perdí.

 

 

Mi frágil diábolo con rostro de ángel y rojas garras,

Rompe mi alma, destrózala con tu mirada,

Hazla sangrar, bébetela;

Mil veces prefiero que la consumas a que lejos de ti vague en penumbras.

Deseo mil veces que arda por el fuego que hay en tu sonrisa,

A que se congele por la esteparia falta de tu aroma, de tu compañía.

Mátame amor, ante tu mirada entre líneas.

Mátame.

 

No quiero volver a ver un ocaso si no estás en el volando,

Tiñéndolo de rojo, de tu color mágico,

Altivo y profano,

Así te quiero, volando.

Rompiendo las nubes y el cielo estrellado de mí pecho.

Y que llenes de nubarrones los días soleados,

Llores dentro de mí,

Y bañes mis entrañas a placer.

 

Mátame, te lo ruego.

Pero que sea por tus manos.

Con tus finos dedos blancos, tómame,

Estrangula el alma del gorrión herido,

Muéstrale lo hermoso y perdido.

Dale la muerte añorada, la muerte por fin amándote.

Amándote, amiga extraviada en el fuego.

Rescátame, hiriéndome,

Descuartizando las páginas de mi ser,

Saciando por fin en tu cuello mí sed.

Y no renazcamos,

Ciérneme por fin, sálvame,

A mí y a mis demonios alados.

Danos la muerte, la muerte en tus labios.