Sin ti, pasa otro día,
se va distanciando el momento
que frente a mí,
tu desnudez
la disfrutaba la pupila.
En esa tarde de un sábado
las tres, pasado meridiano,
para ser exacto,
exclamaste frente a un teléfono:
¡Háblame a las cuatro para irme!
De inmediato,
se volvió triste mi silencio,
apenas, un poco más de tres horas
habíamos convivido,
una hora solamente,
me quedaba para estar contigo.
Qué de pronto,
el tiempo que pasaba lento,
se volvió carrera
y miraba el minutero del reloj
que volaba en cada vuelta.
Lo nervioso volvió a acompañarme,
mientras bebías un café,
minutos después,
volvimos a sumergirnos
en la intimidad.
El velo del ropaje,
que mostrabas tan común,
por la calle donde llegas
y mi salida a recibirte,
se desvanece poco a poco.
Aunque quiero vivir de nuevo
ese bello momento al descubrirte,
no me concentro,
por que el final de la hora
ya se acerca.
Extendida,
como una ola adormecida,
navegante que cada vez
conoce más las aguas de tu mar,
con diestro placer de ambos,
navego junto a ella.
En momentos, a su lado,
en otros, la ola me cubre
y es jinete de mi humanidad,
o bien como un submarino,
me sumerjo en ella.
La tempestad del tiempo,
cada vez más se avecina,
y es un viaje intenso,
recorriendo todas
las aguas de su mar.
Con premura visible,
sin saborear completamente,
los distintos escenarios,
que pasan por la vista
y por la piel.
Darme cuenta, muy fugaz,
en un recorrido, casi instantáneo,
donde muy rápido
las formas, colores y perfumes,
se suceden uno tras otro.
Y los apresurados gestos en tu cara,
cuando el tiempo se termina,
y en la mirada que nos damos,
saber y desear
la repetición de esta aventura,
con más tranquilidad.
Y la esperanza
de ese nuevo viaje próximo,
ya desde ahora,
la mente y el cuerpo,
lo imaginan.
Y en ese movimiento
tan apresurado,
se va la vida, el alma,
y la esencia se convierte
en parte de ti.
Por que ya somos parte
de la ola del mar
donde se encuentra
el destino final
de cada viaje.
EL POETA DEL AMOR. 2012.
CABO SAN LUCAS, BCS. MÉXICO.