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Un fuego suburbano, quiero decir un fuego medio sucio, como de préstamo a largo plazo, como de asfalto. O la prolongación del amanecer en el viejo bar de almas sin cautela. ¿No ves nieves, pampas, que rutilan allá a la vuelta del viejo recodo donde ayer éramos imberbes creyéndonos oscuros gigantes?. Algo se mueve en pos del sol, quizás se trate de latitudes que elevan, campos celestes donde pacer sin atenuantes ni pies que soporten tanto desvarío.
Un fuego solitario agita sus brazos de rojo anuncio sobre holocaustos por venir entre ceja y ceja. Bajo humaredas la percepción vaga, catatónica, abstracta. Mis palabras van a estrellarse en el vacío, y un agitar de fantasmas mueve los cortinados del alcázar donde vengo a parar de última, antes del debacle anunciado por los viejos chamanes del imperio con sus runas de marisco.