Mujer Nagual

Cuento bajo la Luna

Fuera de la última y tímida luz diurna yace la noche, con sus millares de estrellas y su Luna, el centro de la misma. Cuando ella llega todos parecen descansar hasta dormitar, los árboles, las flores, aquel césped de la plazoleta, entre muchas otras maravillas de la Tierra. Todo parece apacible y tranquilo. La totalidad de los seres aparenta dormir en paz, me atrevería a decir que hasta el sueño mismo comienza a descansar. Pero yo, que muy bien no sé a qué hago referencia cuando me indico de esa manera, tengo la necesidad de despertarme entre lo dormido y brillar en la obscura soledad del momento. Me asomo por la ventana y los bichitos de luz, quienes parecieran no tener muchas ganas de dormir, me invitan a dar un paseo por aquel abismo llamado noche. Ya despabilada, me adentro en las profundidades de las sombras y me pregunto: ¿Qué reflejarán en verdad?, la sombra del árbol no es él mismo, pero al mismo tiempo mucho habla de él. En ese momento me digo: quizás un caminante nocturno que no esté acostumbrado a vagar por este camino confunda a la sombra con el árbol mismo. Algo en mí reaccionó casi inmediatamente y me dijo: Quizás tú estás confundiendo a aquel árbol con la palabra misma. Perpleja ante mis pensamientos, me recosté en el pasto a observar el cielo y por primera vez me sentí presa de mis pensamientos, y me dije: Que tal fuese si el árbol teniendo conciencia de sí mismo no se viera como lo veo yo. Y qué pasaría si lo que percibo como el árbol no fuera más que una imagen creada por una selectiva percepción.

Cansada de preguntas y agotada de no recibir respuestas miré al cielo, a lo más profundo de su imagen y dije: ¡Qué misterios nos trae la existencia, qué gran enigma es la vida, qué errantes somos al condicionar todo a una forma tan trivial! ¡Hemos hecho al mundo a nuestra imagen y semejanza! ¡Qué banales somos al creernos dueños de todo! Simplificamos la vida y la reducimos a miseria porque eso somos, simples miserables. Después de muchas reflexiones, cerré mis párpados, y me dejé llevar...

En un abrir y cerrar de ojos me encontré reposando, en el pasto, bajo la Luz diurna. Mi gato se encontraba lamiendo mis pies, lo puse en mis brazos, lo miré a los ojos y exclamé: ¡Creo que ya sé por qué todos duermen por la noche! ¡Bienaventurados los que se adentren en las obscuridades del Ser, los que estén dispuestos a ver el otro lado de la Luna!

Él me miró desinteresado y se recostó a mi lado.

Aquí estábamos, yo y mi soledad, en el extenso terreno de la vida. Y no sé bien lo que signifiquen los finales, pero la vida marcó uno, el de una etapa de mi vida.

FIN

 AUTORA: SASHA BARTEL