Si desprendo el cordón de tu sandalia
para poder besar tus pies descalzos,
percibo que el sendero de tu huella,
me florece en la piel a cada paso.
Por tus piernas delgadas, mis caricias
alcanzan tus rincones más lejanos;
y al llegar al dintel del paraíso,
se me abren sus capullos en las manos,
vertiendo gota a gota su ambrosía
en el crisol ardiente de mis labios.
Por bosques de magnolias y jazmines,
develo uno por uno tus arcanos;
y asciendo las laderas de tus montes,
para hallar en su cima mi descanso;
en un lecho de fuego y rosas rojas,
con centro de rubíes engarzados.
En la curva perfecta de tus hombros,
o el suave terciopelo de tus brazos,
me ahogo en tu perfume; y por tu cuello
me aproximo a tu boca hecha milagro.
Fundiéndose mi carne con tu carne,
penetro lentamente tu regazo;
y al trasponer las últimas fronteras,
descubro el estallido de tu orgasmo...
Después, al sumergirme en la belleza
y en la ternura de tus ojos pardos,
busco el sabor a gloria de tus besos,
para bajar el cielo aquí a mi lado...