Bajo la perfección de la noche estrellada
un banquete con alta fineza se preparaba
marcando el comienzo de tanta oscuridad
ambientada por su traje de fastuosidad.
De astrológica seducción en sus encantos,
contaminaban mi prontitud de verla brillar,
sabiendo que solo ella haría en mi cuanto
pudiera cualquier vidente de ella adivinar.
El Cinturón de Orión alistado imprevisible,
una cortina desplegada en puertas invisibles,
un poco de pintar platino en todas las luces,
un satélite femenino guiñando que lo abuse.
Así, de esperanzada constelación extendida,
la evidencia de especial noche romántica nació
celebrándose entre la belleza fugaz prendida
la quimera consumada en pasión que voló.