Al colorado lo percibo abstracto, intangible, una totalidad sin formas. Me incita a invadirlo, y es tan tentador. Me sumerjo y entro en un mundo de metáforas.
Buceo horas y me sorprendo. Por un rincón un sueño de cuando era niña. Debajo de un matiz bermellón el sonido de la música de mi adolescencia. Y en el fondo fotografías de mis seres más queridos.
Duermo una siesta en un diván de terciopelo carmesí y, al despertar, afloro a la superficie, donde me encuentro con el mundo real.
Al colorado lo percibo abstracto, intangible. Pero también lo celebro plasmándolo en mi vida cotidiana. Mis sábanas son coloradas, empapadas de aroma a frutos rojos. La primera hora del día también es colorada. Colorado en la ducha. Colorado en el desayuno. Colorado en mi agenda y en mi sonrisa.
Salgo de casa y la multiplicidad de colores me transporta a las obligaciones diarias. Jornada laboral intensa con notas rojas: un mensaje púrpura y una llanada rubí. Me motivan. Deseo regresar.
Al anochecer comienza la fiesta. Baño de inmersión. Vivaldi. Una copita de malbec. Relax pleno. Mente en colorado. Elevada. Principio de Nirvana.