“¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!”.
Y se presentó el nuevo día
vestido de júbilo y alegría
reinaba la paz y regocijo
porque ya entraba Él, su hijo.
Llegaba con todos sus fieles
trayendo aromas y mieles,
se escuchaba la algarabía
por ser ése el bendito día.
Día cuando Jesús de Nazareth,
entre palmas y olivos que abundaban
con su pueblo entraba a Jerusalén
y entre cantos todos lo alababan.
Al Rey todos lo recibían
vistiendo juntos el camino
con mantos, ramas y alegría,
porque llegaba ya el Hijo.
Sí, aquel hombre era su hijo,
Hijo de Dios nuestro Señor
que un día Él mismo bendijo,
para llevar la paz y el amor.
Fueron muchos los que lo recibieron
y siguieron en su momento de triunfo
y muchos lo dejaron y no siguieron
en su Pasión y Muerte, por la que anduvo.
Hoy, te doy la bienvenida a mi vida
eres el Rey de ella y me abro a Ti,
¡Hosanna en las alturas! Tú en mí anidas
¡Jesús hijo de Dios, hoy te sigo a Ti!