El Arlequín

Lejanías

 

(Contestación al poema Magdalena, de Verónica Arteaga)

La distancia te hace ver, cual si fueras ante el atónito ajenjo de mi mirada;

como un frasco de miel sellado.

Y sin admitirlo ante la historia y el universo yo quedo,  

como un mortal abecedario que incompleto languidece dentro de un reloj de arena,

qué puntual va cumpliendo con su ciclo, para tocar fin en lamentable crepúsculo,

al igual que las sombrías cenizas en donde ayer escribió el fuego

y que hoy se desquebrajan ante una fatigada desolación.

Qué ocasión.

En mi vida apareces y luces como un libro… que provocador está envenenado de frenesí y de pasión, pidiéndome una onírica alborada, cuando el arcano silencio está llegando a la adusta decadencia que apresuradamente nos arrolla y me impone, 

a buscarte  asilo en mi mundo íntimo de los sin defectos.

Probablemente y sin darnos cuenta estemos Magdalena;

condenados a  diferente trópico, pero en igualdad de tormento,

cuando intentamos sobrevivir ante el sabor del azar y de la incertidumbre que nos azota y orilla hacia la sed de la soledad.

Y que si pudiéramos entender jamás llevaremos puesto ese mismo tatuaje de la invocación al  amor que propones, porque no es más que un sigiloso  delirio.

O es que quizá, el apoderado vaivén del destino nos esté llevando maniatados en un viaje cual dos velas de un mismo velero, pero que por cuyo trecho que provoca el mástil,  los dos estemos de igual manera encadenados a nuestra soñadora entrega, que no es más que muestra de despojos de un oasis de ilusiones.

Y simulando más que a nuestro favor la tragedia que en metamorfosis,  al igual de si se tratara de un gran desafecto o desinterés.

Con abnegación, tú me ofreces como en dionisiaco carnaval tu tentadora cama, aquella por la que profieres han pagado no sé cuántos, cuando mi obstinada penitencia se encuentra en tus sagrados labios, que  como producto  de tu nocturnal, me obligarían a  malgastar  tus entrelazados besos… porque serán quienes con la misma bondad y con sentimientos de desinterés, ya en congreso, me tengan que entregar tu tan sacrificado corazón.

¡Ah! y por favor entiéndelo no soy un pasajero anónimo,

ni tampoco me confundas con cualquier  burlador e infame sujeto,

que como con ganzúas acostumbra usar regalos de corrupción para ir abriendo por el mundo  sabanas amagadas por la lascivia.

En este momento sólo siento que el amor es el que nos está quemando,

pues al final creo que es lo único que nos pertenece.

Sin balbuceos de virtud, mi conciencia se queda ahora tranquila y aún  consiente y seguro de que mi interesado pensamiento llegará a ti,  y contigo hasta tu decorosa lejanía.

Espero que con la misma emoción de nuestros antepasados padres, y que cruzando mares, te llegue en esta botella cerrada el contenido de este mi poema…  inspirado y dedicado a ti  mi adolorida Magdalena.