Cuando un amor muere, ¡qué dolor!
Es como ir desgarrando célula a célula
el cuerpo aún viviente de una flor
ser testigos silentes del ocaso de un mar.
Cuando un amor muere, ¡qué miseria
queda en el alma y en los abrojos!
Todo placer después será triste feria,
desértico arenal, efímeros alborozos.
El tiempo se nos va como nos vino
dejándonos una lluvia de granizo,
dejándonos mal dolor y desatino
en las sienes marchitas del recuerdo.
Solo el olvido pastará en nuestras manos
del ser que no fue ni al cual amamos,
como una caricia vacía, como cien llanos
plenos de duras raíces en agonía.