José Jacinto Corredor Cifuentes

A JESUCRISTO

        

Me sentaré en la arena,

te cantaré mi canto,

te contaré mi pena,

te abrazaré en mi alma,

te estrecharé en mi pecho,

te contaré la historia

de mi pasado oscuro,

te mostraré mi alma

para que Tú la enseñes

con tus amables leyes,

con tus palabras dulces,

con tus canciones bellas,

con tus susurros leves,

con tus secretos suaves.

 

Me mostrarás la vía

y me guiarás por ella,

te seguiré Dios mío

por el sendero abrupto

hasta la cumbre enhiesta

do me estarás llamando,

para vivir la vida

que de dulzura embriaga,

tras tu marcada huella

que en el sendero veo

de ensangrentado estigma

y resplandor de luces,

de claridad eterna

de fulgurante estrella.

 

Aunque en la vía deje

entre los leños duros

de mi vestir jirones,

me importarán muy poco

los sufrimientos muchos

que en el camino encuentre

y aunque mis huellas queden

en el camino vivas

con el color rosado

que de mi sangre deje,

sobre la arena ardiente

sobre las piedras duras

que de marfil parecen

aunque los hierros sean

de las cadenas duras

de Satanás maligno.

 

Sobre el pasado un velo

lo tenderé muy pronto

y miraré al futuro

con la mirada plena

de confianza llena,

para mirar tu vida

de los ejemplos llena

de la virtud que brilla

con claridad fulgente

de las estrellas buenas.

 

Aprenderé en tu vida

para cargar mis cruces

y pasaré en la tierra

derramando bienes

los derramaré en silencio,

para mostrar la luces

que de Tu pecho salen.

 

Oh! Mi Jesús amado,

mi dulce bien ansiado,

de tu presencia santa

ya me retiro pleno

de amor y de esperanza.

 

Hasta pronto Señor.