Me sentaré en la arena,
te cantaré mi canto,
te contaré mi pena,
te abrazaré en mi alma,
te estrecharé en mi pecho,
te contaré la historia
de mi pasado oscuro,
te mostraré mi alma
para que Tú la enseñes
con tus amables leyes,
con tus palabras dulces,
con tus canciones bellas,
con tus susurros leves,
con tus secretos suaves.
Me mostrarás la vía
y me guiarás por ella,
te seguiré Dios mío
por el sendero abrupto
hasta la cumbre enhiesta
do me estarás llamando,
para vivir la vida
que de dulzura embriaga,
tras tu marcada huella
que en el sendero veo
de ensangrentado estigma
y resplandor de luces,
de claridad eterna
de fulgurante estrella.
Aunque en la vía deje
entre los leños duros
de mi vestir jirones,
me importarán muy poco
los sufrimientos muchos
que en el camino encuentre
y aunque mis huellas queden
en el camino vivas
con el color rosado
que de mi sangre deje,
sobre la arena ardiente
sobre las piedras duras
que de marfil parecen
aunque los hierros sean
de las cadenas duras
de Satanás maligno.
Sobre el pasado un velo
lo tenderé muy pronto
y miraré al futuro
con la mirada plena
de confianza llena,
para mirar tu vida
de los ejemplos llena
de la virtud que brilla
con claridad fulgente
de las estrellas buenas.
Aprenderé en tu vida
para cargar mis cruces
y pasaré en la tierra
derramando bienes
los derramaré en silencio,
para mostrar la luces
que de Tu pecho salen.
Oh! Mi Jesús amado,
mi dulce bien ansiado,
de tu presencia santa
ya me retiro pleno
de amor y de esperanza.
Hasta pronto Señor.