En medio de la noche los latidos volaban en mi pluma, que es tuya. Se colgaban de la letra, como la luna aferrada al abismal de las penumbras. Los cantos hallaban en la durmiente rosa, el regazo para sus fúnebres ríos de viento, esos susurros invisibles con que sueñan las sombras, invisibles, invisibles de intentos lóbregos.
Yo jugaba como todas las noches a olvidarte, puntualmente me citaba la conciencia al recuerdo, charlábamos largo rato brindando por agonías: Se iba el vino, entre las palabras, el paladar y los espacios rotos de la esperanza, yo de silencio gritaba y el tu nombre susurraba. Alejábase el olvido, dormía en la senda, entre sus ojos y los míos ¡Carajo! yo solo hallaba los tuyos.