Silvia se disponía a salir de su oficina, se paro ante los vitrales que daban hasta la plazuela allí la gente parecía pequeñas hormigas de un lado a otro, el viento soplaba lentamente y el cielo amenazaba lluvia; tomo su abrigo, arropo su cuerpo y se dispuso a salir. Junto a su bolso las llaves que tomo de prisa, la rapidez de esa vida la hacia correr de un lado a otro. Tomo el ascensor en el momento preciso en que algunas oficinistas de otras secciones subían en el. El sonido de aviso que había llegado al primer piso, le hizo levantar la mirada. Sus ojos eran profundos, de color marrón, pero muchas veces parecían ser negros.
Salió a la calle el viento jugueteaba con sus cabellos, el sonido de sus tacos hacían que otros la observaran, era justo un día viernes, estaba dispuesta a llegar a casa, meter su cuerpo bajo la ducha y luego solo acostarse a dormir. Llego al metro, la gente se aglomeraba antes de la ralla amarilla para entrar al vagón del tren, es verdad que llevaba prisa por salir de esa vida rauda, pero ese día decidió sentarse y esperar un poco para ver si se desocupaba la estación, estaba hastiada de sentir que su cuerpo era empujado entre los que allí estaban.
De pronto sintió esa sensación que muchas veces experimentamos cuando alguien nos observa, quiso ser disimulada miro de reojo y vio un hombre que a primera vista se le hiso conocido, ¡si! Lo conocía, Era Eduardo; un hombre que en el pasado había querido mucho y que en la actualidad su recuerdo aun le dejaba sin sabores, empezaron a sudarle las manos cuando vio que su silueta empezaba a acercarse. Esa ciudad era tan grande como para encontrarse justo; al que ¡fue! su amor imposible, más ¡ya! estaba ahí, no había más que hacer que enfrentar lo que alguna vez había dejado atrás.
Hubo un silencio rotundo en el metro, el bullicio de la gente había emigrado a miles de kilómetros atrás. Hasta parecía que solo eran ella y el… una vez estando frente a frente el uno del otro, no hubo necesidad de palabra alguna las manos de el se posaron en su rostro acariciándole suavemente, delineándole los pómulos, el mentón y la boca, de igual manera ella poso sus manos detrás de la nuca, logró percibir que Eduardo temblaba, el la asió de su cintura aferrándose a ella, como si jamás volvería a soltarla, las manos de Silvia detrás de la nuca de Eduardo se aferraron tan fuerte, que las uñas de sus dedos parecían dejar posiciones en el cuello, de cara a cara la respiración de ambos susurraban en sus oídos, fue un sentimiento vertiginoso que se apodero de ambos; el abrazo fue tan intenso que muchos les observaron, pero para ellos el universo giraba tan solo para los dos.
Sus cuerpos imantados el uno por el otro parecían no despegarse, sus ojos frente a frente parecían conversar todo lo que había quedado pendiente, la boca de Eduardo beso la frente de Silvia, que con los ojos cerrados dejaba que su cuerpo experimentara esa hermosa sensación. Eduardo siguió recorriendo su rostro lentamente, se detuvo justo a lado de su boca, Silvia sintió temor de haber demostrado más de lo que debía, pensó que la besaría quedándose con su boca abierta esperando aquel beso negado por tanto tiempo de espera. Sabia que el era un ser orgulloso que a pesar de querer y sentir era capaz de dejarla ahí con esa sensación a cuestas y solo desaparecería, abrió los ojos iba a decir algo cuando su boca fue cerrada apasionadamente por un beso de Eduardo.