Descolgados del cielo los faroles
casi vulgarmente llamados estrellas,
faroles de magia escondiendo sueños
como los faroles de la cara de ella.
Se encendían dorados esa tarde noche
mientras caminaba lejos de la escuela,
y en la oscuridad que iba reinando
sus pasos mojados rechinaban suela.
Las farolas blancas de la calle triste
nada murmuraban, llenas de anestesia,
y la niña niña, figura pequeña
sola se paseaba por las callejuelas.
La escalera larga que a su cuadra iba,
hecha de sudor, de cansancio y piedra,
nada más que ecos de sus zapatitos
en la noche ausente susurraba quieta.
Descolgados mil faroles desde el cielo,
dorados y tenues como las candelas,
brillaron bien fuerte los luceros viejos
con chispas de amor solo para ella.