Me alisté en las fila de tus labios
una tarde en un portal sin escaleras
y al calor de la estufa de un abrazo
nos contamos utopías y quimeras.
Empezamos a salir de vez en cuando
como hacen las palomas pasajeras
pero tanto nos gustó aquel encanto
que quisimos hacer nido en la tierra.
Nuestro barrio eras gris como una nube,
era obrero como un mono de trabajo
y en un ascensor de esos que no sube
nos amamos de cintura para abajo.
Inventamos una playa en una acera
y un mar con el agua de los charcos,
las farolas las usamos de palmeras
y de arena las cenizas de un cigarro.
Te lleve en un unicornio a las estrellas
más allá de de los humos de ciudad
viajé al futuro sin dinero ni maletas
y te traje suspirando una rosa de cristal.
Pasaron los años sobre nuestras cabezas
como pájaros locos que no quieren volar,
ya la piel de tu cuerpo no sabía a cereza
y tu fiel compañía me dejó de gustar.
Despertamos de golpe de los sueños
sobre restos del naufragio de una cama,
tú llorabas como un perro sin dueño,
yo recuerdo derramar alguna lágrima.
Desde entonces me acuesto con soledades
y me levanto más solo que la una,
le pregunto a mi espejo sus verdades
y me dice que mi amor es para nunca.
Tú acabaste trabajando en una esquina
recogiendo los escombros de la luna,
por mi parte soy poeta sin fortuna
que le escribe a los golpes de la vida.