En la mano tierna
y el saludo fuerte.
Con la voz muy clara
y sonrisa amplia.
Así aprendí a amarte.
En la suave brisa
de tu amplia cabellera.
En la dulce espera,
en la blanca espuma.
Así aprendí a amarte.
En la luz intensa
del vidrio mojado
y el verde contraste
de un jardín florido.
Así aprendí a amarte.
En la gris mañana
de un sábado intenso.
En la dulce vista
de un lago inmenso.
Así aprendí a amarte
En el débil brazo
del marullo alegre,
en la fuerte brisa
del oriente intenso.
Así aprendí a amarte
En tus brazos fuertes,
en tus dulces labios,
en tus ojos tiernos,
en tu piel caliente.
Así aprendí a amarte.
En tus miedos,
en tus desvelos,
en tus valores,
en tu alegría y tu tristeza.
Así aprendí a amarte.
En el dulce aliento
de una flor bonita.
En el camino blanco de la luna llena,
en el sol radiante cuando el día declina.
Así aprendí a amarte.
En la larga espera,
que no sea mañana.
En la tarde intensa
de la duda amarga.
Así aprendí a amarte.
En el aire, en la lluvia,
en una tarde fresca
o una mañana tuya y mia,
en el rocío de los mejores días.
Así aprendí a amarte.
Cuando ríes, cuando cantas,
cuando una lagrima
marchita tu rostro
y con ella tu corazón se opaca.
Así aprendí a amarte.
En el néctar prohibido
de la bebida nueva,
en el dulce candor
de tu mirada tierna.
Así aprendí a amarte.
En el hoy, en el mañana,
en la ilusión y la esperanza,
en el desprevenido ¡No hay mañana!
que garantice nada
Así aprendí a amarte.
En mi soledad y mi inconstancia,
en las noches sin mañana,
en las tardes sin esperanza,
en los soles, sin sus lunas.
Así aprendí a amarte.