Envenenan el alma diestros dardos
saturados de amor y de dulzura
no derrumban ni llevan a locura
en travesía audaz por el oeste.
Incrustadas las puntas en la diana
disperso sale el néctar del barril
engendrando odisea juvenil,
evadiendo con arte vaga hueste.
Prestos van los corceles,
se han cruzado las bridas,
cruzando igual sus vidas
por dardos muy certeros;
desteñidas siluetas
que el horizonte trae
cuando la luz recae
sobre los dos llaneros
Sombras envenenadas
heridas de pasión
vuelo leve de halcón
con figura de viento
les susurra al oído
mientras atan sus manos
corazones profanos
impío sentimiento.