Primera vez, amiga mía
que este intento yo hago,
tras vencer mi cobardía
escribirte en versos algo.
Voy pensando todo el día
algo mìo para contarte,
no te asustes, vida mía,
si esto no te parece arte,
pues bien ya me conoces
como suelo proceder:
a ti escribo muchas veces
aunque me falte el saber.
Ojalá siga con este brío
y esta inspiración fatal,
aquí ya no siento frío
¿y tú por allá, qué tal?
Espero que no te falte
la salud y la protección
-esto es muy importante-
¡Qué te de Dios mi bendición!
Como lo diría Pablo Neruda,
-y no puede ser de otra manera-
que verte aquel día, sin duda,
fue mejor que una pradera.
Y no sabes la mucha ayuda
que hallo cuando te visito:
fortaleces tanto mi vida,
y así mismo piensa Tito.
Yo si de esto estoy seguro
como si por mí lo dijera Dios,
si lees los versículos tres y cuatro
de Apocalipsis: el capítulo dos.