La noche asomaba en el cielo,
temible, fría y profunda,
el cielo anunciaba trás un canto,
que el sol pronto se marcharía.
Se asomaba un galopar potente,
una crin plateada ondeaba al viento,
su pelaje, de un blanco brillante
un autentico purasangre blanco.
En su lomo, un caballero radiante,
que entre galope de su corcel
observaba firmemente el horizonte
como el cielo disputaba ese espacio
donde no era día ni noche.
En ese espacio, tal como en su mente,
donde el día luchaba con la noche,
por ver quien prevalecería,
pero estaba claro y sin reproche
que solo uno ganaría.
No puedes tener al sol,
sin perder la luna.