No ha de morir ya más mi afán
de ser poeta pírrico un día
aunque sea por decir algo cantaría
a un duende nocturno de pan.
Un soliloquio tosco con algo de desdén
cantaría ahora mismo a toda la tierra
tan dulce como el filo de una sierra
y aceptaría por ello todo lo que me den.
Cantaría de la luna su ingenua luz
de un caballo a la burda y tenue crin.
Del amor, todo, todo… aunque sin
decir que voy por ella a una cruz.
Hacia el desvarío dulce, insano
hablo y canto, ¿no lo ven?, sin razón
pues la malvada que alteró mi corazón
la vi dos veces y hoy mora en el arcano.