Mamá me dio varias monedas
y me iba dictando los encargos
para hacer los mandados en la bodega
que está en la esquina del barrio.
A veces era tan larga la lista
que alguno que otro se olvidaba
y me hacían devolver a toda prisa
a buscar aquello que faltaba.
Por eso yo, de manera notoria,
para evitar tantos regaños,
fui agilizando mi memoria,
y fui el mandadero del barrio.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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