Oscar Perez

Tinieblas

Tinieblas

 

Distintos sujetos contemplaban

los estertores del hombre atropellado

y hacían gestos nimios, comentarios,

mientras la gran balanza sopesaba el ciclo,

decidiendo cuántas hebras truncar de su existencia.

Un pasajero se cambió de micro,

el chofer explicaba acalorado a los de verde

y el cuerpo allí sin más conciencia ni recuerdo

que un horno aún encendido en una casa hace rato abandonada.

Era la hora de haber llegado con los hijos,

de besar a la esposa ante la mesa de la cena,

de bajar las cortinas al burdel del trabajo

y recobrar de un gesto todo aquel tiempo perdido.

Por eso se sentó, miró a los niños

lloró detrás de los ojos de su ausencia,

supo el vacío que heredaba a sus jornadas

y se crispó en la muerte, perdido ya en tinieblas.

 

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