Vocifero que te quiero,
en ribetes planetoides hechos de sábanas,
la contienda del extrañarte arremolina mis costillas,
es esta gravedad de agujero negro que no deja dormir.
Y no queda más que hacer física esta salvaje locura
en te quieros, donde el aire bufado por mi boca
ni da rienda suelta a lo proclive que se vuelve este corazón
por definirte en linea textura y forma..
Tu palabra es un arancel a mi pobre divinura
de niño en fuga, de cortesano en dádiva,
la tormenta de extrañares sale por fin en carcajadas
cuando la corteza de tu son hace esa danza con mi tenor,
este humor presidencial conduce amor a todo mi terreno.
Tu no estar no para de rechinar en mis dientes,
las cejas no son más que rumiantes en celo
dirimiendosé en pelea a muerte por procrear
y las manos parecieran buscar petróleo en las orejas
con un desdén hacia lo cotidiano inmenso y cierto.
Entonces derrito en la estancia volcánica que fué
entenderme en tus raices, flanquear tu ternura,
dividir tus colores en cinco millones de nubes
y holgazanear en tu felicidad como colibrí en tallo nuevo.
En el respirar hondo de ese último recurso vital
del recordarnos en fase, vuelvo por fin banal
al peso tácito que conlleva mi entroncar
con el arcoiris completo que es tu dar.
Todo este caos es lo más perfecto
que jamás hubiera imaginado,
por esto es que sigo vivo y no pude morir.
Porque estabas vos en mi camino.