Soy una braza ardiente
que no termina de agotar su energía,
atempera mi ansiedad la ráfaga de tu voz en el día,
que escucho desde algún rincón distante.
Soy una condena perpetua que no se agota,
días eternos que se agolpan en la espera,
modera mi nerviosa estancia, cuando brota,
el recuerdo de tus manos, tu mirada, tu estela.
Soy una escalera que se trunca en peldaños débiles,
que trato de sortear en el viaje hacia tu jardín florido,
aliviana mi mochila,
de no tenerte entre mis ansias febriles,
las imágenes que me dejaste al declararme tu amor,
y partiste.