A los rojos claveles de tu sepultura
llegan guitarras, poemas y melodías,
que serenan la rabia que me fustiga
porque fue tu condena, la que me indigna.
La vida sigue con armonía
hay una prisa que nada explica,
nadie se para, nadie respira
lo del pasado pocos lo miran.
Joven pastor, que aún cultivas,
entre las eras;
miles de estrellas y poesías,
noches de amor, de viva llama
que al mundo entregas, por las mañanas.
Entre los muertos, asoma el arma
que luce el libro de tus batallas,
milicias de estrofas, besan tu alma
y de verso y prosa;
van uniformes, con mil agallas.
¡Miguel, despierta,
despierta joven poeta!,
que vientos del pueblo, a tu lado llegan.
Son los bohemios, son los cantantes,
son los poetas y los rapsodas,
los jornaleros y estudiantes,
gente del pueblo, la que te adora.
Acerca tus huesos, no estés distante
mira sus ojos, como te lloran,
maldicen el tiempo de los cobardes
que maltrataron todas tus horas.
La parra y el vino que adornaste
con bella oda y mucha pompa,
hoy la tenemos para alabarte
entre tu obra, que es nuestra gloria.
Llena tu oído, de sus canciones,
porque han venido con ilusiones
a brindar de tu aroma, tan jacobino
que de tu tumba, va a nuestra copa.
Recibe esta ofrenda, que es de cariño
que soy amigo y compañero,
otro poeta, que alza su cante
y en este instante, al viento grito:
Mundo despierta ve adelante
como ¡Miguel!, aquel gigante.
¡Querido poeta, viento del pueblo!
Si hasta ti llega mi poesía,
y al fenecer, hay otra vida y un no ser,
y si hay un monte como el Olimpo
manda tu cante, que me haga sitio
para que a coro, contigo cante,
en la tertulia, del paraíso!
J. Marc. Sancho 28/03/2013