Se ha perdido mi perrodrilo,
si lo ven, por favor no lo confundan
con un reptil del río Nilo,
no es bestia cruenta ni fiera inmunda,
tiene un carácter fiel y tranquilo.
Es bueno y manso como la gleba,
sus dientes son de gomaespuma,
su larga boca de gomaeva,
sus cortas patas de cartonseda
y de corcho bruno tiene las uñas.
Le gusta olfatear en las farolas,
bañarse en el mar a media tarde
mirar la luna, saltar las olas,
morder la lana, mover la cola
y hacer cabriolas sobre un alambre.
Le sientan mal las gominolas
pues le salen pupas en sus peloescamas,
le chiflan las lirioletas, las margapolas
y las florilusas de las retamas.
A mi perrodrilo le caen las lágrimas
cuando lee los poemas de Rubén
y cuando quiere ladrar no ladra
y a veces ladra sin querer.
Si lo han visto o saben de él
les ruego escriban a estas señas
que les anoto en este papel
con letra hermosa pero pequeña:
Mi nombre es Carlos del Río,
vivo en la calle de los sueños,
séptimo piso tirando al cielo,
ciudad del verso de mi latido.