Un retrato de amor
Hace muchos años en Francia existió una joven de la alta sociedad, muy rica y de belleza extrema, tenía dorados rizos, una piel blanca como la nieve, y los ojos eran de un color azul como el mar después de una tormenta. Ésta muchacha era una típica joven de la antigua escuela, asistía a grandes bailes, usaba sólo la última moda, tocaba el piano, bordaba, leía, daba largos paseos, y cosas por el estilo que se hacían en las épocas antiguas.
Y claro como es de suponerse se tenía que casar con algún muchacho como ella, de la alta sociedad, rico, etc... alguien que fuera apto para su puesto en la aristocracia. Pero lo que ella más anhelaba, era casarse con alguien a quien ella amase sin importar su puesto en la sociedad, con alguien que la quisiese a ella y no a su dinero, pero no podía ya que sus padres querían que se casara con un joven de alta alcurnia.
Al llegar a la edad casamentera, la joven fue invitada a un baile del condado, donde podían asistir todas las personas, sin importar su condición social. Así que nuestra dama asistió al mencionado baile; y se puso sus mejores galas, esperando encontrar a alguien apuesto, merecedor de ella. Llegó la noche, el baile comenzó y los músicos comenzaron a tocar.
La joven bailó y bailó por horas con uno y con otro chico, sin importar con quién bailaba, hasta que de repente llegó un joven, alto, gallardo, fornido, de pelo cobrizo, con ropajes simples y con una elegante reverencia y un “me concedería éste baile” comenzaron a bailar juntos y empezaron a dar agraciadas vueltas por toda la pista de baile; y a partir de ese momento la joven no bailó con nadie más y tampoco el jovenzuelo lo hizo, se podría decir que se habían enamorado el uno del otro.
Al terminar el baile, el chico le pidió a la damisela que asistiera al próximo baile que tendría lugar al siguiente día. La damisela como era de suponerse aceptó la invitación sin pensarlo dos veces.
Al otro día la joven asistió al baile y se encontró con el mozuelo de la noche anterior y felizmente volvieron a bailar juntos; al volver la muchacha a su casa sus padres le preguntaron que por qué estaba tan feliz, y la chica les contestó, y al oír la razón de su alegría, los padres se mostraron preocupados ya que su hija se estaba enamorando de alguien de un rango social más bajo, así que el padre, le prohibió a la joven volver a ver a ese chico otra vez, y para asegurarse de que no lo volviera a hacer, emitió una carta al gobernador diciendo que mandara inmediatamente al chico al lugar más lejano que encontrara; posteriormente el gobernador recibió la carta, y como el padre de la joven era una persona muy importante el gobernador accedió a enviar lejos al muchacho, pero como decía “al lugar más lejano” el gobernador se vio obligado a mandar al joven a la guerra en la India.
Pasó la noche, y al otro día la joven se encontró accidentalmente con el chico del baile, el cual le contó sobre su partida hacia la guerra, al escuchar la terrible noticia la muchacha comenzó a llorar inconsolablemente, al ver esto el joven le prometió que regresaría después de que acabara la guerra y mientras tanto le mandaría cartas cada semana, la joven accedió a esto y con lagrimas en los ojos se despidió de su amado.
Pasaron los días, y cada semana la joven recibía una carta de su amado que estaba en la India, hasta que por fin llegó una carta que decía: “Mi querida, con gran gozo te escribo, haz de saber que la guerra se está acabando y con eso mi estancia en este lugar; yo me encuentro en perfectas condiciones y quiero que sepas que lo único que anhelo es estar junto a ti una vez más y acariciar tus dorados rizos. Espero que cuando vuelva me puedas conceder tú mano y así poder estar juntos por toda la vida.
Tu amado.”
Al leer ésta carta la joven se quedó sumida en sus más profundos pensamientos; y por casualidad estaba pasando un gran pintor por la calle, y al verla tan hermosa, soñadora y con esa expresión de enamorada, le dio ganas de retratarla, así que sacó un lienzo blanco y unos lápices y comenzó su obra.
Pasaron las semanas y no llegaba ni el joven ni las cartas, la joven se preocupó mucho así que fue a ver al gobernador para preguntarle sobre su amado, el gobernador al verla tan preocupada, accedió a revisar las listas de las bajas que habían en el ejército, pero después recordando la carta del padre de la muchacha, describiendo su desesperación por deshacerse del chico le declaró a la joven que el muchacho había muerto, la pobre muchacha creyó la palabra del gobernador y yéndose a su casa se consumió de tristeza en unos cuantos días.
Al cabo de un tiempo la guerra terminó y el joven pudo regresar a su casa, pero al regresar descubrió la muerte de su prometida, el joven pensando que era mentira para que no se casara con la joven se fue a buscarla y mientras andaba por la calle se dio cuenta de que había un pintor vendiendo sus obras, y entre ellas estaba el retrato de su amada, así que fue y lo compró, guardándolo como uno de sus tesoros más preciados, el único recuerdo que le quedaba de su gran amor.