La soledad,
nos reúne, extrañamente.
Sómos viejos trastos,
olvidados en el desván
de una casa, sin gente.
Vinimos del pasado,
en condiciones de uso.
Nos envolvieron con esmero,
y alguna piadosa mano,
en un rincón, nos puso.
Perdimos la noción
del tiempo y del espacio.
A veces, nos espía,
la adorable anciana,
ayer niña, de cabellos lacios.
Quedamos casi amigos,
en nuestro triste remanso.
Nos cubre, el mismo polvo,
que según la Biblia,
es nuestro orígen y nuestro descanso.